TIempo de siembra
“Sé que tengo una semilla y un plan de cuidado. No sé en qué planta se convertirá pero, confío en este plan de cuidado”
Con esta consigna terminé el taller Ser y Crear que impartieron Magu Villar https://www.instagram.com/maguvillar/ y Sharon Borgström https://www.instagram.com/persigolamagia/ hace más de un año.
En ese momento yo tenía muchas ideas con las que quería desarrollar mi portafolio, sin embargo no contaba con un mapa ni un método que me ayudara a recorrerlo. Necesitaba centrar mi alma dispersa y contemplativa, acotar las reglas del juego y ponerme límites para poder ampliar mis horizontes.
Aquella tarde entendí que la semilla que sembraba contenía el potencial de convertirse en todo aquello que yo quisiera “ser”; de encarnar la alegría, la libertad y la generosidad que eran y son mis motores.
Para crecer, esa semilla, sólo necesitaba los rayos del sol (un propósito), oxígeno (programar tiempo de trabajo), tierra (elegir un espacio inspirador para crear) y agua (reconocer los estímulos y recursos que ya tenemos y los que necesitamos adquirir). Esa fue la sencilla pero potente lección que transmitieron Magu y Sharon para crear el “círculo virtuoso” de ser y crear.
Después de este taller me hice preguntas sencillas: ¿Qué es lo que más me gusta pintar? aquello con lo que pierdo la noción del tiempo, ¿Qué habilidades he desarrollado y con las cuales me siento cómoda? ¿Qué habilidades quiero desarrollar?, ¿Qué puedo crear con lo que en este momento sé?
Quería establecer una rutina , comprometerme con un proceso que no quisiera abandonar ante el primer tropiezo, divertirme y abrirme al resultado.

Tiempo de abono, poda y otros cuidados
Así, lo que comenzó en mi cuaderno de bocetos como una serie de pajaritos vestidos para salir de fiesta, se unió a mi gusto por pintar textiles autóctonos de diferentes partes del mundo (confieso que en algún momento de mi adolescencia quise ser diseñadora textil); a mi admiración por los maestros artesanos de azulejos pintados a mano y a mi incontrolable obsesión por pintar flores.
Hasta entonces había pintado en pequeño formato, pero me animé a pasar al DIN A3, aunque, como pueden ver, son varios motivos pequeños unidos en un formato más grande (lo sé, hice un poco de trampa).Primero surgieron pájaros posados sobre objetos cotidianos y, como complemento, una cenefa de decoración textil; luego las cenefas se convirtieron en marcos de ventanas desde donde se podían ver pájaros en libertad disfrutando de los árboles y las flores.
El primero que nació fue el indio con su torán colgante, símbolo de bienvenida y prosperidad; luego surgió uno con más influencia árabe y con los bellos tulipanes turcos que traen los buenos augurios de la primavera.
Siguiendo hacia África occidental me atrajeron los bellos ocres, marrones y negros de las telas de barro o Bogolans y los símbolos Adinkra, provenientes de la actual Ghana, como el pájaro Sankofa que nos invita a aprender de las experiencias pasadas; La palmera Abe Dua símbolo de ingenio, riqueza y autosuficiencia o la telaraña de Ananse que simboliza la sabiduría, la astucia y la creatividad.
Portugal siempre ha sido un lugar lleno de inspiración para mí, con sus azulejos pintados a mano que decoran fachadas de casas, fábricas, estaciones de tren y cada rincón posible, por eso no podían faltar en este recorrido.
Un salto sobre el atlántico me devolvió a nuestra bella Latinoamérica. Ell bordado Tenango del tradicional beso de las tortolitas mexicanas, los milagritos de hojalata, el papel picado para celebrar el día de los muertitos y su imponente alebrije son mi homenaje a esa tierra inmensa, llena de color y folklor.
Por último y, por supuesto, el de mayor carga afectiva para mí: El colibrí colombiano bebiendo néctar de la orquídea CattleyaTrianae, la flor nacional de mi país. Los coloridos tejidos de las mochilas Wayú de la Guajira y los colores terrosos de las mochilas arhuacas de la Sierra Nevada de Santa Marta lo enmarcan.

Tiempo de cosecha
Cuando me detengo a mirar a mis pequeños pájaros, colgados en la pared del recibidor de casa, busco adjetivos que los definan. Son pequeños, gorditos, coquetos, divertidos, algo ingenuos, dulces. También veo en ellos diversidad, cultura, historia contada a través de tejidos o cerámicas. Veo unidad y diversidad, armonía en la convivencia. En definitiva todo lo que me atraviesa como inmigrante, una extraña en tierras tan lejanas y en tiempos tan complejos.
Estos seis pajaritos me enseñaron que sólo se crea creando, solo andando se hace el camino, sin duda, sólo jugando se crece, sólo equivocándose se aprende. También me regalaron foco y método. Descubrí más de mí misma, de lo que me gusta y de lo que me inquieta. Aprendí a escuchar a mi Cobardica Censora (esa vocecilla que insiste en protegerme de no sé qué peligros) y aún así continuar hasta el final.
Ahora creo que estoy lista para traspasar esas ventanas y volar con ellos, mostrarnos al mundo. Irnos juntos de fiesta, encontrarnos con otros seres de muchos colores y precedencias, ponernos coronas de flores en la cabeza y simplemente disfrutar de la alegría de crear.
Es un bello proceso creativo inspirado en la diversidad de lo que somos y de lo que nos rodea. Gracias por compartirlo y contarlo de una forma tan bella y con tanto significado. Crear es una forma de amar, una bella forma de ser. Mil gracias.
Gracias infinitas a ti, mi dulce inspiración.
Me encanta esa forma de reencontrarse y expresar la ternura y la visión de muchas vivencias.
Gracias Corazón.